EL DERECHO DE LA PERVERSIDAD CRIMINAL
Lcdo. Martin Zambrano Astudillo
No son pocas las voces de aquellos que insisten en alimentar la filosofía de la humildad y resignación frente a la criminalidad. Esta actitud, dicen, corresponde a seres elevados, cuyo nivel supra-humano, más allá de las amargas y coloquiales fronteras de la venganza, le rinde tributo consagrado a la vida humana. Sin embargo, y debo resaltar este detalle, la plenitud de esa sin par visión espiritual y cosmológica se compadece acaso de aquellos, familiares, amigos, conocidos y desconocidos, que murieron y mueren por el imperio de la saña criminal?
Desde otro ángulo o perspectiva, esta humanísima filosofía se permite opinar, no necesariamente sobre el acto criminal sino respecto del criminal como ejecutor, y determina que la privación de la libertad es suficiente en la medida de la sanción aplicada a éste -en la actualidad- y que no corresponde ni se requiere, de ninguna manera, realizar reformas que signifiquen cambios drásticos como la acumulación de penas por delitos cometidos, peor hablar de la anulación de la libertad por efecto o culpa de los dilatados procesos judiciales o de las sentencias no establecidas durante un año de prisión. Aparentemente, desde la plenitud de la inteligencia infinitesimal del referido discurso, estos grandes seres espirituales concluyen que el criminal no es el victimario potencial sino la víctima de una sociedad profundamente conflictiva y escasa de valores.
Entonces porque creemos, los Seres decadentes, comunes y corrientes, que es necesario reinsertar al criminal temerario o al delincuente en el seno de nuestra sociedad para apoyar su equilibrio sicológico y social? Si ésta sociedad infernal, por el contrario, fue la que perturbó y alteró su psiquis y valores. Posiblemente nuestra visión errada y absurda nos impide reflexionar con mayor claridad en el hecho de que a este pobre sujeto criminal lo estaríamos condenando a seguir siendo la víctima consuetudinaria del monstruoso vicio social.
Por ello, hoy por hoy, el criminal o victimario, visto desde el extremismo de los derechos humanos, se convierte en un sujeto, mucho más importante y más valioso que la víctima. A este ser perturbado, temerario y peligroso en suma, la función judicial y todos los funcionarios o representantes de la ley le deben respeto y protección. Ni más ni menos.
En fin, me extendería, de tal manera, en este tema de los defensores de los derechos humanos para los criminales, que podría escribir varias páginas sin mayor dificultad. Incluso podría disminuir descriptivamente el dolor inenarrable de quienes han perdido familiares, amigos y conocidos, en las manos diabólicas del sujeto criminal. Podría prescindir de los detalles precisos que conceptualizan al terror de las victimas cuando saben, a ciencia cierta, que su vida se encuentra en inminente peligro de ser extinguida. De la misma forma sería más delicado al hablar de las violaciones sádicas, grupales y brutales, que sufren niños, niñas, y mujeres tanto adolescentes como adultas por parte de estas terroríficas "victimas" de sus deseos compulsivos (los hay también de cuello blanco en gran cantidad). Y escribiría de este modo, sin duda alguna y sobre todo, para evitar lesionar la sensibilidad del imprescriptible Derecho Humano que corresponde a la perversidad del crimen y del criminal.