LA ADICTA MENTE DEL INDIVIDUALISMO
Lcdo. Martin Zambrano Astudillo
Cuando cada quien “jala agua para su propio molino”, según el corolario popular, todo se vuelve un caos completo y se encona, por lógica matemática, un universo de amargas susceptibilidades, un alud de vibras negativas capaces de convertir a la sensibilidad del subjetivo humano en un volcán poderoso y activo que exterioriza, sin mayor dilación, esos grandes malos entendidos originadores de guerras verbales y físicas a nivel internacional, nacional, regional, provincial, local, familiar y vecinal (entre sistemas o ideologías políticas, económicas, religiosas, culturales y étnicas; entre amigos, conocidos y desconocidos) al estilo del mismísimo periodo cavernario en el que la irracionalidad fue el norte psíquico de nuestros supuestos ….tatatatatatatatatatarabuelos, los primeros antropoides, de quienes descendemos –aun a disgusto de los que no aceptamos ser relacionados en ese orden familiar con los simios- como afirman los postulados cientificistas de la teoría evolucionista, doctrina detractora del creacionismo, al que tilda visceralmente de idealismo utópico, dogmático y enfermizamente metafísico.
Este escenario, de esquivos subjetivismos escepticistas y de erróneos mecanicismos conductuales entre evolucionismo y creacionismo, dificulta y degenera al factor comunicacional y a la concienciación del ser individual en la sociedad, lamentablemente. Sin embargo, la discusión en la que ha fundado la humanidad entera su antagonismo existencial no tiene sentido preciso si nada mas debe allanarse a la simpleza de una emoción espontánea o a seguir el rollo impositivo de un liberalismo sub-moral establecido por las directrices caprichosas del capitalismo planetario (materialismo puro). De tal manera, no importa, si algún exagerado concepto individual intenta justificar -por conveniencia- a la diversión desenfrenada, al liberalismo sexual, y a distinguir el poder económico como status social por el hecho de que “nada más” tenemos una sola vida para disfrutar.
Esta es la realidad cotidiana, y no es necesario quemarnos el seso haciendo un profundo análisis para definir y concluir, por ejemplo, que la maldad pueda tener la simple consideración de estado emocional temporal, como tampoco resulta difícil reconocer que ninguna norma sancionadora puede anular esta terrible perturbación en la mente del sujeto que la practica, si éste no tiene la voluntad de hacerlo o dejarse ayudar por otros hacia ese objetivo. Por ello es posible que, en el proceso progresivo e insidioso de cualquier perturbación mental, el afectado tienda o se acostumbre a utilizar, para intentar minimizarla, el repetido cliché “SOY UNA CRIATURA IMPERFECTA, SOLO DIOS ES PERFECTO”. Y, aunque el fundamento es válido, si, más allá de la perturbación, no lo es la justificación cuando la capacidad se torna clara para invocar esta estricta ambivalencia.
A guisa de imperfectas elocuencias el individualismo puede agigantarse, incidentalmente, para convertirse en un nacionalismo apócrifo cuando los dignatarios se perturban al gozar de un notorio y advenedizo respaldo popular. Lo mismo puede ocurrir en la mente del funcionario judicial cuando juzga como inmeritoria la prueba evidente en contra del reo, o, en el caso identificado de la mente perturbada que se excita en el hecho criminal ante la aterrada víctima; personalidad parecida al temperamento enfermizo, violento y profundamente infiel del acomplejado machismo.