LA SUBLIME FEMINIDAD MADURA
Lcdo. Martin Zambrano A.
“El cariño y la pasión son estados emocionales falsos cuando la manifiesta actitud indiferente los practica como una obligación conveniente”
Desde los tiempo inmemoriales de la existencia humana (no cito el origen existencial para evitar flemáticas suspicacias), los hombres, hemos vivido –sin aceptarlo- bajo el auspicio reflexivo y a la sombra emocional de la grandiosa figura femenina.
Ella, la mujer universal –salvo excepciones ingratas-, aún desde el ángulo obscuro al que ha sido relegada por el obstinado y aberrante complejo machista, ha seguido inteligenciando –con entereza y tesón inclaudicables- al liberal “jefe” del hogar como al inestable núcleo de la sociedad, la familia.
Todo ese inmenso e invalorado menester de doméstica acuciosidad e intelecto ha sido, es y será, la piedra angular en la que se sustentan todos los regímenes societarios del planeta. Posiblemente, en ciertas circunstancias, nos sea difícil comprender el quebranto de su sensible estado de ánimo o sus susceptibles requerimientos sentimentales y, al final, terminemos con nuestro ego enfrascado en un teorema de indescifrables argumentos o justificaciones lógicas.
Sin ella, y sin su diversa capacidad femenina, la especie humana no tendría presente ni futuro existencial, pues, gracias a la exquisita sensibilidad de sus sentidos excepcionales y de sus virtudes o dones naturales sin par, sigue vigente -en la actitud de los Seres racionales- la raíz generacional de los valores humanos y los principios espirituales que nos distinguen de los animales inferiores.
En los tiempos modernos muy poco han hecho los gobernantes de turno para compensar su eterno y abnegado sacrificio o, peor aún, para crear en la absurda y retrograda mentalidad “masculina” una nueva y necesaria perspectiva cultural que no la orille a adoptar, en contraposición a sus reales virtudes, los mismos mecanismos sociales de esa liberalidad moral y espiritual de la “machohombría” que ella ha repudiado y que hoy pretende distinguirse como “Liberación Femenina”.
Para colmo de sus males, y por desventura del arquetipo o el “tipoide” cultural y biológico del macho social mundial, la mujer no puede darse el lujo de superar –sin desagravio- los años juveniles porque se convierte, a cierta edad, “en un objeto sexual no identificado”.
Esta irónica y retardataria percepción de la perpetua libido seudo-juvenil masculina –ya que el hombre, supuestamente, apenas envejece física y sexualmente- resulta ser un sinsentido ridículo cuando, precisamente, justo en su plena madurez resplandece, en la mujer, su más SUBLIME FEMINIDAD.