NO ES NECESARIO MORIR PARA ESTAR MUERTOS
Lcdo. Martín Zambrano A.
Nadie puede desconocer, en la actualidad, el hecho de que el planeta tierra ha venido sufriendo desde los inicios de la era industrial un pronunciado y terrible periodo de destrucción premeditado de sus nichos ecológicos, de su medio ambiente y, sobre todo, de esa inmensa sombrilla solar denominada CAPA DE OZONO.
Toda esta aterradora depredación en contra de natura se debe, más que a la incontenible explosión demográfica mundial, a la monstruosa, relativista y neoliberalista codicia de los hombres que no repara en las mortales consecuencias -para las generaciones futuras- que traerá consigo la inmisericorde contaminación y explotación que hace de los recursos del suelo, del subsuelo, y de los contenidos en los ríos, mares y océanos. Esta enloquecida devastación ha provocado, provoca y seguirá provocando la manifestación inusual de virulentos fenómenos climáticos y atmosféricos, incluso, aberrantes mutaciones en los ámbitos de la naturaleza.
Indudablemente, unos insisten en matar al planeta a nombre de un supuesto desarrollo modernista y los demás les aplaudimos como si ese acto homicida contra natura fuere un acto heroico. Y es que el meollo del problema, para que estos fatales acontecimientos sucedan en absoluta libertad o sean apenas contenidos por las corruptas vigilancias, no radica en el desconocimiento humano, sino, en la marcada indiferencia que existe en la mente sociocultural para evitar que esto siga ocurriendo.
Más, como pulsar con propiedad y acierto las fibras insensibles de una sociedad planetaria que, irónicamente, evoca y rinde un día de devoto homenaje a los que ya “descansan en paz” mientras se pasa el resto del año hundida y desesperada en insólitas contradicciones sociales, políticas, económicas, culturales, religiosas…. o, alucinada por sus exagerados complejos y pesares mundanos e intentando artificializar sus vacios existenciales con cotidianos subterfugios festivos o con absurdas liberalidades sexuales –sin descontar los usos sadomasoquistas del pandillaje y la crueldad criminal-, que terminan convirtiéndose en insufribles tipologías adictas.
El mayor problema que enfrenta la humanidad, en si misma, es el hecho de intentar orientarse hacia la ruta correcta cuando se encuentra anillada en el centro de un tumulto desenfrenado y anarquizado que transita en un escenario de millones de senderos que se bifurcan en dirección a un profundo abismo de atractivas tentaciones seculares.
El problema actual es de gravedad suma porque resulta difícil, a la misma religión, el intentar desmaterializar la esencia morfológica e ideológica de esos dioses terrenales que han logrado manipular a la mentalidad humana con la droga de un consumismo exacerbado (moda, sexo, alcohol, droga, superstición, superchería y diversión artificial como productos de una total indiferencia moral y espiritual),
La muerte de cualquier organismo pluricelular se presume por la cesación completa de sus signos vitales; sin embargo, cuando el espíritu humano –animado por naturaleza- ha llegado a su estado más deplorable de decadencia y vaciedad, no podemos menos que pensar que no es necesario morir para estar muerto.
1 de octubre del 2008