SÍNTESIS BIOGRÁFICA

 

Martín Clemente Zambrano Astudillo, hijo de don Telmo Víctor Zambrano Sánchez (†) (arenillense) y de la Sra. María Eufemia Calle Astudillo (guachanameña), nace en la ciudad de Arenillas, un 30 de noviembre del año 1963. Su familia materna se encuentra compuesta por cuatro hermanos mayores (John R. Izquierdo, Oswaldo Izquierdo, Manuel Izquierdo,. Balvina).

 

 

Domiciliado en Huaquillas desde 1966 hasta la actualidad.

 

ACTIVIDAD CULTURAL Y OBRAS:

*Publicación poética en el Suplemento Presencia, del desaparecido Diario Provincial “La Tarde”. Machala - El Oro - 1980-81

Artículos de reflexión y análisis en el Diario “El Nacional”. Machala - El

Oro - 1.980 -81.

Director de la Revista Literaria “Amanecer”, editada por el Organismo

Estudiantil “FEUE” de la Universidad Nacional de Loja, 1.992.

 

LIBROS PUBLICADOS:

* Por el camino que sigo (Relatos y Poesía, publicado) 1.998-99.

* Esencias de mi Pluma” Un pequeño libro de recolección de artículos periodísticos

* Adicción, la lógica y relativa enfermedad de nuestras mentes. (Editorial Virtual PORTUGUESA emooby)

LIBROS INÉDITOS

De Sombras y de Luces (antología poética de la adolescencia)

Molde de Barro (Narrativa)

INCIDENCIAS (Poesía)

PARTICIPACIÓN LITERARIA A NIVEL NACIONAL

Segundo Premio en el Concurso Nacional del Cuento Deportivo, convocado por el C. O. E (Comité Olímpico del Ecuador). Agosto 24 del 2005. Obra: "EL DESAFÍO"

FORMACIÓN ACADÉMICA:

·Licenciado en la carrera de Leyes.

·Egresado de la Facultad de Jurisprudencia. (1996-97/Escuela de Derecho de la Universidad Nacional de Loja

DETALLES DEL TRABAJO LITERARIO DE

MARTIN ZAMBRANO ASTUDILLO

 

A la edad de 14 años, aún trastocado por el recuerdo platónico de su primer idilio post-infantil que no llegó a cristalizar -dos años atrás-, empezó a experimentar –luego de unos repasos por la poesía de Gustavo Bécquer, Amado Nervo, y Juan de Dios Peza, Pablo Neruda, entre otros-  la gran necesidad de  plasmar en sus primeros versos aquél confuso idealismo romántico propio de su edad.   

  

Una de las primeras opciones literarias que estuvo al alcance de aquel muchacho sensible y hondamente motivado por la poesía, fue la rima. Si, esa forma de estructurar las palabras o de expresar las emociones a través del lenguaje escrito que, al leerse, deja una sensación musical pegajosa, obviamente, al lograrse la tonalidad semejante y armoniosa  entre las terminaciones de los versos.

 

El uso de la rima atrajo al novel poeta porque su efecto musical le permitía abordar la faceta esencialmente romántica que lo inspiraba y, al mismo tiempo, ganar simpatía, entre sus contemporáneos  y personas mayores, en aquel inicial fluir creativo. Luego se interesaría también por el tema de la protesta social desde esa misma perspectiva que la rima le proponía -como ventaja- en relación al uso  del verso libre, forma literaria que le causaba mayor dificultad por requerirse de una mayor profundidad en la propuesta del mensaje.

 

No obstante, para el adolescente Martín, en esa incursión poética sin escuela, sin modelos literarios formales o, más que nada, sin la sujeción a un entorno intelectual crítico, la rima –desapartada de esa rigurosa disciplina académica que apenas entendía- le dejaba liberar, a plenitud, la interpretación de su abstractismo emocional., aunque, claro, a falta de estos importantes elementos de juicio externos, necesarios para el desarrollo creativo, poco. o nada. sabría de su progreso.

 

En todo caso, si la causa que le dirigió hacia la poesía fue profundamente motivadora, ahora, ya inmerso en ese ejercicio continuo, siente la necesidad de marcar diferencia entre sus contemporáneos, de destacarse entre otros mozuelos de su misma edad y escalar hacia una posición distintiva en el dominio de la expresión elegante y reflexiva de la poesía inteligente, más allá del verso rimado.Después de varios intentos fallidos, a pocos días de cumplir los diecisiete años, aparece su Hombre Lucha, el primer poema en verso libre de mayor consistencia ideológica que había logrado hasta entonces, o, en el que ya se refleja una madurez poética en ascenso.-

HOMBRE LUCHA

 

Un Hombre;

mirando al mundo,

esgrimiendo un lápiz,

dibujando un pueblo.

Un hombre;

deletreando un abecedario,

escribiendo su sentimiento,

esperando paciente

el clamor violento

de aquellos que lo miran,

que lo siguen,

que con él meditan.

 

Esperando cada día y otro

para levantar su voz

comparándola con el viento,

con la fuerza del viento.

Un hombre;

que quiere cambiar al mundo,

que quiere ser humano,

que no quiere estar ciego,

gritando a viva voz:

¡Somos la fuerza pura,

rompamos el silencio!.

 

Y acallando en suspiros

el temido chasquido

del odio y del miedo,

parece sonreír.

Un hombre;

de ideología cara,

que no quiere ser líder

sino mártir,

para con su sangre

salvar a su pueblo.

Aquél, que de nacimiento es indio

y es puro de conciencia;

que a nada teme

más que a la ira

de su propia venganza.

Hombre indio.

Hombre lucha.

Hombre bueno.

 

12/11/1980

 

Entre apuntes y borradores desorganizados, poemas a medias y poemas perdidos, Hombre lucha, sobreviviente de otros similares en ese direccionamiento ideológico de izquierda, no causó, entre sus reducidos lectores, el mismo entusiasmo  que su poesía rosa (como denominaría uno de sus contemporáneos de tendencia izquierdista, encargado del suplemento cultural Presencia del diario La Tarde de la ciudad de Machala,  a sus poemas románticos).   

 

Debido al efecto desalentador de ese intentó por desarrollar un estilo propio apartado del vicioso molde de la rima, toma la decisión de retornar a la poesía rosa, más para satisfacer la aceptación de su entorno que a sí mismo.

 

Sin contar con la existencia de una organización, grupo, o movimiento literario establecido y experimentado, que le permitiera ir por la dirección correcta hacia la identidad o estilo poético que buscaba, continúo, en ese periplo solitario que llegó a su fin con la fallida publicación de su poemario AMANECER.

 

Desafortunadamente, para Martín, sus fantasías literarias apenas se sostuvieron un periodo corto de tres a cuatro años, tiempo en que el mozuelo poeta produjo alrededor de unos ciento


veinte poemas, de los que escogió un número de cien para armar su primer poemario y entregarlo al entonces Presidente de la Casa de la Cultura Núcleo de El Oro -1980-, el Dr. Colón Tinoco Pineda (†), en cuya administración apareció una publicación periódica de delgados ejemplares, denominada  “Galería de Poetas Orenses”.

 

Galería en la que añoraba formar parte este novel poeta, pero que, a la final,  los compromisos y las relaciones socio-políticas  se impusieron y, en ese escenario, Martín, no era más que un simple y desconocido aspirante.

 

 

Así desapareció su AMANECER poético, prematuramente, en las sombras funestas de la indiferencia institucional.Luego de unos siete meses, aproximadamente, de impaciente espera, un resentido joven cansado de escuchar, mes tras mes,  ese repetido y fatigoso estribillo:….el consejo editorial sigue revisando su librito……  redactó una solicitud de retiro del poemario. Petición que fue atendida de forma displicente porque el original y sus dos ejemplares estaban confundidos entre un montón de documentos debido a la renovación de los archiveros.

 

 

Un par de años después, entre celebraciones y bohemias en las que Martín presumió de poeta, el original y las copias de ese AMANECER frustrado desaparecieron definitivamente en manos extrañas, dejando solo el recuerdo apesadumbrado de aquella etapa juvenil a la que le sobreviven  unos pocos poemas.  

 

 

A ese ingrato episodio literario se le sumó otro, de carácter sentimental, cuando cursaba el cuarto año del ciclo diversificado, especialización filosófico-sociales, en el Colegio Nueve de Octubre de la capital orense, Machala. A mediados del año lectivo, en la misma ciudad donde, sostuvo un breve romance de dos meses con una  mujer diez años mayor. Esa fue la primera y peor experiencia amorosa de su inquieta adolescencia.

 

 

Para olvidar y alejarse de esas crudas resacas emocionales decide presentarse al acuartelamiento voluntario para el servicio militar obligatorio, de la primera llamada, correspondiente a la leva de los nacidos en el año 1963. 

 

Los tres primeros meses de la instrucción básica militar resultaron extremadamente duros y casi insoportables. En algunas ocasiones se sintió tentado a responder cada golpe, cada insulto, pero aprendió tempranamente -en dos experiencias personales-, que no basta el ímpetu y fortaleza del espíritu juvenil para contener la brutalidad colectiva de ese régimen cavernario, donde algunos abusan de su “jerarquía” para humillar y maltratar físicamente a sus subordinados.

 

 

(Fragmento de la presentación ( autor), del poemario De Sombras y de Luces).

DE LA RIMA AL VERSO LIBRE

EL AMOR

 

Comprendo la realidad,

la belleza no lo es todo,

el amor es uno solo;

es entrega, es verdad,

de las cosas, a un lado el lodo,

el amor es uno sólo.

 

Es sencillo mi poema,

es agonía mi palabra,

es el amor,

irónicamente,

quien me ha herido el alma.

 

(1977)

 

 

INTERROGACIÓN

 

¿Qué hay escondido en el amor?

No podemos descifrar su contenido,

tenemos de la vida, su color,

creemos la realidad, un sueño vivido.

 

Experimentar nuevas sensaciones,

amar, luego quedar vacío.

¿No sé qué es el amor;

acaso es un mártir de dolor,

es felicidad, es un mito,

es mentira o verdad

o es tan sólo un acertijo?

 

(77)

 

 

DEVANEO

 

Es un existir, es una vida,

es la historia siempre vieja;

al atardecer, el sol se aleja,

y al anochecer sale, tímida, la luna.

 

Es cabalgar sobre la nada,

Es un vacío, sin ambiciones ni gloria,

Es querer pescar sin carnada,

Una calma insegura, una historia

 

 

(77)

LATINOAMÉRICA, POBRE NIÑA RICA

 

Las flores y las rosas

han perdido su belleza,

los honores y las cosas

que brinda la riqueza

son, nada más, ficticias,

que el rico en su avaricia

ha conseguido sabe cómo,

mientras que el pobre

el lomo,

ampollado y ya desecho,

comparado con su pecho

no le queda nada.

 

Es verdad, no lo niego,

que en el país del ciego

el tuerto es rey,

y el ciego, como buey,

es carne de jornada;

más, el viento manso,

llegado el momento

se vuelve huracán,

que detener no podrá

el poderío de los ricos,

aquellos que desde chicos,

cuando ganas les daba,

tomaban algo sin pedirlo,

y porque no he de decirlo,

el honor de una muchacha.

 

(1980)


MÍRAME

 

Mírame, querida mía,

el rostro,

como si fuera,

de secreto misterio,

una fuente llena;

en él encontrarás,

alegría, lamento y pena,

una esperanza adormecida

bajo una mirada tierna.

 

Más, si de observar mi rostro

y viéndome de cerca, aprendas;

que el dolor, es vida,

y el amor, es entrega;

entonces;

no dejes de mirar mi rostro,

y en silencio, ámame,

y en las noches, suéñame.

 

(1980)

 

REFLEXIÓN

 

Las horas pasan marchitas,

el reloj, muy lento, las marca;

solas mueren las margaritas

en el pozo profundo del alma.

 

La rueda del mundo se agita,

el hambre del pobre me amarga;

en tu pecho una rosa palpita,

un poema de amor nos abraza.

 

El odio al hombre le excita

y en conflictos fatales se embarca.

El planeta está herido y contrito,

 

una cerca de alambres lo atrapa.

Las horas pasan marchitas,

el reloj muy lento las marca

 

(1984)

EL PECADO DE EVA

 

El sopló

una suave y dulce brisa

que atomizó

un cosquilleo en cadena.

Despertaron los ojos

y la naturaleza;

se abrió el perfume

de todas las esencias;

el sonido penetró

como descarga eléctrica

en el vacío de un túnel repentino,

la primera gota de lluvia

se asentó

en el gusto palpitante

de una sed naciente.

 

Crujieron los discos de las vértebras,

luego todos los huesos.

después vibró la carne,

la sangre,

el tacto,

la sensación,

la inocencia,

la desnudez;

primero la soledad

luego ella,

y, con ella,

el pecado.


AMOR INFINITO

 

Del sentimiento juvenil

 

Es que este amor que me da la vida

se vuelve contra mí, inconteniblemente,

por más que busco del mal, la salida,

siempre encuentro el abismo, irremediablemente.

 

Yo la amo tanto, que nada se compara,

ni la luna, el mar o las  estrellas.

Es como un trato que el corazón sella,

que si he de amarla otra vez, la amara.

 

Y me dice adiós como si nada pasara,

y pensar que es ella quien lo decide,

tan solo quiero su amor y me lo impide

o tener su presencia aunque no me amara.

 

Pese a que el alma se sienta dolida

y ella crea que me está olvidando,

quiera Dios que se prolongue la vida

para toda la vida seguirla amando.

 

(1980)

ASESINOS DE SUEÑOS

 

Sentenciaron a muerte la esencia de los sueños,

en un crepúsculo de tornados emocionales,

la acusaron de flagrancia premedita

y tentativa terrorista contra el orden constituido

de un sistema opresivo y violador de ninfas.

 

Abreviaron el juicio, vetaron las pruebas a favor,

omitieron solemnidades al debido proceso

solo porque el soñar cierra las puertas del infierno,

mientras los pederastas portan licencias de inmunidad

para desgajar pétalos de flores en primavera.

 

Sentenciaron a muerte la esencia de los sueños,

no de un soñador, no, de todos los sueños,

porque el soñar no rinde tributo a los escépticos

que han enterrado el corazón dentro del pecho.

NARRATIVA

 

GABO EN MACONDO

 

ABO EN MACONDO

Dedicado a Gabo, el maestro del realismo mágico

 

Los perros de casa y los de la calle, ladran, desesperadamente, como si quisieran apretar entre sus colmillos al portentoso e insufrible sonido que lastima sus sensibles oídos. Al mismo tiempo, desesperadas, en los espacios estrechos de los palomares rudimentarios ubicados bajo el ala del tejado posterior de las casas viejas colindantes, docenas de palomas de castilla, salen, en alocada desbandada, abandonando a sus pichones, alertadas, aterradas, por la enloquecida presunción de disparos en su contra. La mayoría se va para no volver.

 

 

A Macondo ha llegado un número inesperado de turistas, más que de costumbre. Las visitas han colapsado la parsimoniosa actividad cotidiana de ese incipiente caserío, que se fue haciendo, de a poco, el pueblito campesino que era ahora, habitado por gente sencilla, taciturna, y no muy confiada de ciertos visitantes.

 

 

Entre los foráneos visitantes se encuentran, cirqueros, vendedores de frutas revestidas con jarabe de caramelo, y algodón de azúcar, y, también, fotógrafos con caballos de tramoya, y los infaltables gitanos. Si, los gitanos, esos Seres misteriosos, que tienen gran habilidad para leer el destino por medio de un mazo de cartas, que predicen el futuro en las líneas de las palmas de las manos, que dicen tener poderes de adivinación, y que hablan de magia como algo natural y cotidiano. Los gitanos, visitantes inoportunos que no gozan de la simpatía de la mayoría de pueblos atrasados al desarrollo, a los que llegan, y, peor, de los habitantes nativos de Macondo que les ha tocado padecer una serie de timos y estafas por parte de estos singulares ciudadanos exiliados del mundo.

 

Los gitanos, individuos atrapados en el formulario mágico de las leyendas urbanas, tan temidos como admirados, charlatanes consumados, alquimistas, contorsionistas, malabaristas, mitómanos empedernidos, mercaderes compulsivos que viajan por las grandes ciudades del mundo consiguiendo creativos artificios del empirismo para publicitarlos, ante la ignorancia de los habitantes de esos caseríos fantasmales y de esos incipientes pueblos  lejanos, como inventos novedosos e inigualables, con los que se podría, incluso, siguiendo, al pie de la letra, las indicaciones de extensos manuales o tratados básicos de alquimia, transformar el metal común y corriente en oro. De igual manera, promocionaban y vendían grandes catalejos o lentes de aumento, capaces de alcanzar, con claridad suficiente, la superficie de los planetas distantes, lo que permitiría a un sencillo Ser humano, poseer un profundo conocimiento de astronomía, si, con solo observar los planetas y las estrellas a través de unos espejuelos especiales colocados en un tubo metálico, llamados telescopios.

 

 

Así fue que conoció José Arcadio Buendía a Melquiades, el ingenioso gitano que le convenció con esos cuentos de la alquimia, y de otros embustes, de los que, su aturdida fantasía, jamás pudo obtener ningún resultado positivo, aun cuando repitió hasta el cansancio cada detalle del proceso de esas formulaciones y teorías confusas que no se habían comprobado en el mundo de la ciencia real. Así fue que, Úrsula Iguarán, empezó a odiar, a los gitanos, obviamente, porque aquellas inútiles fantasías solo les causaron desgracia familiar, pobreza, y la locura de su esposo. Y ese odio, a los gitanos, creció en los habitantes de Macondo, porque temían que sus historias provocaran una locura masiva, como lo hicieron con el poco equilibrio mental que tenía José Arcadio Buendía. Y, a partir de ese acontecimiento, Úrsula Iguarán ya no disfruto más de las delicias de su feminidad ardiente en brazos de su esposo, y tuvo que encargarse del trabajo de sobrevivir, y de cuidar a José y a sus hijos, adaptándose a esa amargura irreversible.

 

 

Úrsula Iguarán, desprecia a muerte a los gitanos, con todo el odio de su Ser, y mucho más a Melquiades, aquel gitano perverso, hijo del demonio –según ella-, que provocara, indirectamente, la locura de su hombre y la ruina de su familia. Y es que a José Arcadio Buendía no le importó un pepino, en aquel tiempo, desperdiciar su juventud y descuidar sus necesidades conyugales, por perseguir esas estúpidas fantasías que le sembró en la mente ese endemoniado gitano Melquiades.

 

 

Ahora José Arcadio era un hombre demente y senil al que estaba obligada a alimentar, asear, dedicarse, por entero, al suplicio espiritual del voto sacramental de esposa,  jurado ante el altar, si, no le quedaba más que seguir ese apostolado de cuidar a su esposo y, ahora, mantenerlo atado -a un vetusto mueble- para siempre.

 

Más allá de todo, Úrsula Iguarán, siempre fue una mujer de temple que se mantuvo fiel y tolerante, tanto en la escasez como en los tiempos de abundancia, a lado de José Arcadio Buendía. Y así fue, por mucho tiempo, hasta que un día se cansó de su debilidad de mujer sumisa y obediente, para adoptar, el carácter firme y autoritario que debía asumir una esposa perturbada por el irreversible proceso de desequilibrio mental en el que se hallaba sometido su cónyuge.

 

 

Envejecida y anoréxica, por el hambre apenas saciada, y con los ojos hundidos en sus cuencas esqueléticas, debido al sufrimiento de ver al esposo convertido en una especie de guiñapo, sintió que era el momento de rebelarse, de tomar las riendas de la casa, del poco patrimonio que quedaba, de mandar a estudiar a los hijos fuera de Macondo para que no sean brutos como ellos. Y en lo que se refería a José Arcadia Buendía, solo le tocaba resignarse a su malhadada suerte de protectora. 

 

 

El anciano mira, desde su posición, de forma indiferente, el ir y venir de ese tumulto  diverso y variopinto de mercaderes, turistas, políticos,  damas elegantes pero sombrías, mujeres solitarias dirigiendo miradas lascivas a los hombres con los que se encuentran al paso, otras mirando al horizonte, lejanamente, con sus ojos desgastados por el tiempo.

 

 

Desde allí, en esa posición cotidiana de discapacitado, en el portal de su casa, limitado por la edad y la locura, José Arcadia Buendía, es testigo obligado de ese evento que desconoce y del que no tiene el menor interés personal.  Allí, sentado y amarrado a una perezosa destartalada, transcurre, estacionada en el tiempo, su acongojada existencia, vigilado por su compañera de la vida,

 

 

 

Él tiene, ahora, solo la miserable apariencia de un fantasma en pena. Del hombre recio y atractivo que fue, José Arcadio Buendía, no quedaba sino solo su registro masculino. De aquel hombre atractivo, fuerte, y apasionado, quedaba apenas el guiñapo atormentado que sufría, aturdido por el despertar irreverente de esos desequilibrados ataques mentales en los que parecía desbaratarse con sacudones epilépticos, hasta que retornaba, poco a poco, la calma.

 

Macondo está de fiesta. El coronel Aureliano Buendía, uno de los hijos de José Arcadio Buendía, preside aquel evento muy particular en la historia de Macondo. Este, es, ese tipo de eventos que se ha ensayado previamente, o que ya se encuentra organizado para dar paso al acto, de forma inmediata, de suceder lo que se espera, tarde o temprano. Primero fue un rumor,  luego la noticia se confirmó y  corrió vertiginosamente, de boca en boca, entre foráneos y locales, a tal punto que, los habitantes. comandados por el Coronel Aureliano, organizaron, rápidamente, la merecida bienvenida, al ciudadano, al hijo, al padre, al amigo,  al embajador predilecto de Macondo, que fuera huésped ilustre de medio mundo en el planeta y, a la vez, un exiliado por voluntad propia, quien, por azar del destino, venía a radicarse para siempre en el humilde terruño que consagró.

 

 

Si, el Gabo viajaba hacia Macondo, ese hermoso y fantástico caserío casi pueblo, estacionado en la arquitectura del realismo mágico de siempre, al que se podía acceder, por la parte más baja, desde un frágil embarcadero que  asciende hacia el terraplén principal, por una escalinata, delgada, larga y ondulante, hasta un terreno plano con un parquecito central rodeado de casas.

 

 

Si, un día antes de aquel evento multitudinario, se rumoró que él alistaba maletas para radicarse en Macondo, pero, muy pocos apostaban porque ese rumor fuera estrictamente probable, hasta que, por fin, llegó la noticia comprobada, y solo entonces, la ansiedad que carcomía a los maconderos a  los visitantes,  reventó en jubilo. Según se supo, oficialmente, Gabo, justo  a las 14:35, se había embarcado en dirección a Macondo, desde México.

 

 

Ahora, su genio y figura, retornaban a quedarse, definitivamente, en su Macondo amado. Allá viene...Allá viene, el Gabo, empezó a gritar el gentío.

 

 

Trepado en una lancha mediana, mecida por la marea ondulante del agua marina, venía, sin más equipaje que aquel blanco y típico atuendo paisano de su Colombia.  Un pañuelo rojo amarrado al cuello, y un sombrero ajustado a la cabeza, ancho de borde, tejido en paja toquilla y, alrededor de la parte baja de su corona, llevaba ceñida una cinta negra de seda que le daba un aspecto sombrío y, a la vez, solemne. El fleco o borde del sombrero, notoriamente ancho, al ser golpeado por la fuerza del viento, daba la apariencia de ser el aleteo desesperado de un pájaro que no lograba levantar vuelo para seguir su propio rumbo.

 

La pequeña y veloz  lancha en que se transportaba el importante personaje, se acodó, sin prisa ya, en el descuidado embarcadero. El hombre bajó lentamente, asentando, en la madera húmeda y esponjosa del primer peldaño, sus brillosos zapatos negros de charolina. Parecía un viejo ángel, amable y sonriente, que había plegado sus alas, después de un largo y monótono viaje, para departir con las entusiasmadas almas que lo aguardaban desde hacía varias horas. El cielo se encontraba totalmente nublado, no obstante dejaba ver un perfecto círculo abierto, del que emanaba la intensidad de un tibio haz luminoso, proveniente del sol, como si fuera una gigantesca linterna que alumbraba la felicidad de Macondo.

 

 

La nutrida cantidad de turistas, que también esperaba al “hombre”, pudo notar su presencia -desde lejos- gracias al efecto luminiscente que despedía aquel traje de un blanco puro y perfecto con el que arribó al embarcadero. Caminando, sin urgencia ni pausa, fue ascendiendo por las escalinatas. La gente, apelotonada, a lo largo de su trayecto, le estiraba las manos para saludarlo mientras se apartaban en dos inmensas hileras. Él siguió caminando hasta llegar a la boca de entrada de la calle principal que daba al parquecito central del pequeño poblado donde lo esperaba, el coronel Aureliano Buendía, para dar inicio al homenaje que se le había preparado.

 

 

La población nativa y los visitantes recientes coreaban su nombre y le aplaudían a más no poder. Él avanzaba lentamente, mirando y levantando los brazos, correspondiendo el gesto amable, los vítores, la ovación y los aplausos. Mostrando, revelando, debajo de ese singular y profuso bigote, una tierna sonrisa compuesta por dos blancas hileras de dientes que le hacían parecer un niño encantado con ese bullicio reverberante que le acompañaba paso a paso, si, un niño lleno de esa personalidad exultante y serena que era, a la vez, la de un hombre maduro experimentado y acostumbrado a ese escenario y festejo.

 

 

 

Al final del recorrido, los animados reservistas y miembros de la escuálida banda militar que se logró reunir para el acto, entonaban, en sus viejos pero pulidos instrumentos de viento y percusión, un mosaico de pegajosos ritmos de vallenato y cumbia colombiana, que se podía escuchar por todo el lugar como si el mismo Macondo estuviere encerrado en una inmensa concha acústica.

 

Cuando hubo alcanzado el área del parquecito, rodeado de escasas casas distinguidas y coloniales (en una de las cuales habría de radicarse Gabo como residente perpetuo –luego del homenaje-), la banda dejó de tocar, todo quedó reducido a un total y profundo silencio que duró unos segundos eternos. De pronto, con tono enérgico, la voz del coronel Aureliano Buendía atronó, en la placita, con un…Peeeloootón firrrr….mes, vista al freeeeen…

 

Un solo sonido de tacones de botas reventó como explosión, y las miradas de los militares reservistas se clavaron, llenas de admiración y respeto, en la figura amena y resplandeciente del ilustre homenajeado que no cesaba de sonreír. Gabo se había detenido, al entrar en esa bocacalle que daba al parquecito central, intentando corresponder a la solemnidad del evento (mostrando siempre esa sonrisa blanca, amable, y emocionada, que apenas se diluía).

 

Con ese saludo preventivo, el Coronel Buendía, se le acercó, y una vez, frente a frente, le expresó sus emotivas palabras: A nombre de los habitantes de su extraterrenal Macondo, reciba usted, por siempre, nuestro aprecio, consideración y bienvenida, don Gabriel García Márquez. Gabo mostró su beneplácito y estrechó la mano de Buendía, transmitiendo su calidez y dejando fluir su personalidad en ese airecito de inmaculada sencillez que lo hacía profundamente especial.

 

En ese momento, José Arcadio Buendía, pareció recuperar unos breves segundos de lucidez total  y se le humedecieron los ojos con unas cuantas lágrimas excepcionalmente cristalinas, fue entonces cuando empezó a llover millares de mariposas multicolores a ritmo de vallenato y cumbia colombiana.

 

El sol también parecía celebrar y sonreír, compartiendo la satisfacción de los maconderos. El Gabo se quedaba, por la eternidad,  a vivir, en el pueblo inmortal de Macondo.

 

 

Lcdo. Martin Zambrano Astudillo

Actividad laboral en dibujo y pintura.

 

La actividad del dibujo y pintura son parte de la actividad laboral. Se realizan murales escolares, dibujo y pintura para dormitorios de niños/as. letreros, y apoyo a trabajos académicos.

 

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